Los colores de la montaña, de Carlos Cesar Arbeláez, 2010
Es una película colombiana de género dramático, estrenada en Colombia el 11 de marzo de 2011, y Galardonada en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
¿CÓMO PINTAR LA ESCUELA EN MEDIO DEL CONFLICTO?
Pensaríamos que su acceso es andando 20 o 30 minutos por caminos llenos de barro, grava o por el borde de un risco. Pero no, su único acceso es el de los sueños para ver un mundo pintado de colores, ese es el acceso a la Escuela La Pradera. Para el alumnado de esta escuela, su niñez transcurre como la de cualquier niño o niña del mundo, jugando con su balón o corriendo por ahí.
Como todos los domingos, en todas las tardes, la maestra llega a lo más rural del mundo, viniendo desde lo más urbanizado de la sociedad, y todos la esperan ansiosos, incluyendo los niños y niñas.
Después de la maestra llegaban también un grupo de extraños, el alumnado no entendían qué estaba sucediendo, sin embargo el eco de la campana no se hacia esperar y con un Buenos días, son recibidos los niños y niñas que tan ansiosos de entrar a la escuela estaban, y que como si fueran un coro de sopranos respondían siempre alegres a las preguntas de su maestra: sí profesora… ¡Bueno profesora!
Es difícil pensar como lo hacía ella. Pide a los grados primero, segundo, tercero, cuarto y quinto, ir al salón, y todos los niños y niñas están en el mismo espacio de clase, grandes y chicos. Las clases en La Pradera transcurren normales: hay murmullos, risas, niños dibujando en lugar de hacer sus ejercicios de matemáticas, hasta amores nobeles.
Camino a la cancha se ven de nuevo a esos extraños a lo lejos como hormigas, habitando ese espacio que antes fue suyo, esta vez vestidos de manera diferente. Todos sabían muy bien quienes eran, pero no entendían bien lo que estaba sucediendo en la zona. Día a día se reduce el número de niños y niñas que asisten a la escuela. Los adultos viven en zozobra constante.
Con un trapo rojo y un letrero piensa la maestra en avisar que ahora el espacio donde los niños jugaban es un campo lleno de minas explosivas, ¿es esa su labor?. El balón de los niños ahora se aloja allí.
Estaba pensando que si la escuela está bien bonita menos alumnos y alumnas van a querer faltar… dice la maestra, con la intención de pintar un mural. –Ponte el uniforme, queremos más fútbol y más clase, miente uno de los niños a otro que no puede leer bien, ante la pregunta por lo escrito en uno de los muros de la escuela, el muro que la maestra quería pintar, cuando en realidad este mensaje decía: ponte el camuflado o muere de civil.
La escuela es de los niños y niñas, y de nadie más. Hay que pintar de colores la escuela como de verdes la montaña.
Los esfuerzos de la maestra por imponer los colores de la esperanza se esfuman; en últimas hay un aire que enrarece el espacio en el que han habitado. Quizás no fue la mejor decisión, la escuela no era de los niños y niñas, era del conflicto. Ahora todos, incluyendo la maestra tuvieron que irse.
Es lo que nos narra una película llamada Los Colores de La Montaña, del Dir. colombiano Carlos Cesar Arbeláez, una historia de ficción en realidad, pero es un testimonio más sobre el lastre de la violencia que tienen que cargar muchos, o quizás todos. Es una muestra más de las maromas que los que llevan a cuestas el sistema educativo tienen que padecer para mostrar a otros una luz de esperanza.
|Escrito por Nicolás Londoño Osorio, Maestro Colombiano|
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