Como siempre me gusta decir, ya que creo enormemente en ello, el colegio y la familia son un tándem. Es imprescindible la comunicación fluida, la confianza mutua y la organización en pro del desarrollo de la niña o niño. Cuando uno de los dos falla, el viaje por el sistema educativo se complica.
Este viaje formativo condiciona enormemente la vida del alumnado con dislexia y la de su familia. Esto es así porque las dificultades lectoescritoras que implica este trastorno están vinculadas a las exigencias de la educación formal. El tener capacidades diferentes y habilidades no adaptadas a los criterios y estándares de evaluación por niveles va a suponer un hándicap para los niños y niñas con dislexia. Está en manos de la familia y del profesorado el creer en ellos, ofrecerles la ayuda necesaria y andamiarles atendiendo a sus talentos y capacidades.
La Asociación Británica de dislexia afirma que “la dislexia es una combinación de habilidades y dificultades que afecta al proceso de aprendizaje de una o más de las siguientes destrezas: la lectura, la ortografía y la escritura. Es una condición constante. Igualmente puede ir acompañada de otras dificultades en el área de la velocidad de procesamiento, memoria a corto plazo, organización, secuenciación, lenguaje hablado o habilidades motrices”; a lo que añade la Asociación Internacional de Dislexia, que “tiene un origen neurobiológico”.
La dislexia está incluida en el DSM – V (American Psychiatric Association, 2014), dentro de los trastornos del neurodesarrollo como un trastorno específico del aprendizaje.
A pesar de este respaldo internacional acerca de la dislexia, en los colegios sigue siendo una extraña. En una entrevista a Luz Rello* (doctora por la Universidad Pompeu Fabra y reconocida investigadora en el campo de la dislexia), dice que “los niños afectados, normalmente piensan que son tontos, pero ni son tontos, ni vagos, ni despistados”. De vagos e inatentos es como suelen ser calificados los niños con dificultades de aprendizaje debido al desconocimiento de sus implicaciones y las señales de alerta.
La vida en la escuela de un alumno con dislexia supone un ir y venir de calificativos, diagnósticos, autoestima y creencias limitantes. Esto lo sufren las familias junto con los niños y niñas que además de sus necesidades en el ámbito lectoescritor suelen presentar dificultades en algunas funciones ejecutivas como la planificación y organización que pueden provocar despistes y desorden.
Una madre de un niño con dislexia nos cuenta su experiencia en el sistema educativo desde la etapa de Educación Primaria hasta Educación Secundaria con la intención de que otras familias puedan aprender y agilizar el proceso de atención educativa específica:
- ¿Cuándo fuiste consciente de que tu hijo tenía dificultades en el ámbito lectoescritor?
Cuando el niño tenía ocho años me di cuenta de que no tenía la misma habilidad lectora que los niños de su edad. Con nueve años, la dificultad persistía. No leía bien y su escritura era muy mala.
- ¿Cómo fue el proceso de identificación de las necesidades en la escuela?
Fue un proceso largo, lleno de incertidumbre. En tercero de primaria, desde el colegio me dijeron que no tenía dificultad alguna más que un déficit de atención. Lo que hicieron desde orientación fue mandarle durante ese curso y parte del siguiente ejercicios para centrar la atención de tipo mandalas, sudokus,…
En quinto cambiamos de tutora, hablé con ella y estaba convencida de que no solo se trataba de un déficit de atención. Se llevó a cabo una evaluación adecuada en la que se apreció un riesgo alto de dislexia. Tuvo atención por parte de Pedagogía Terapéutica en el colegio y se iniciaron los trámites para solicitar la valoración del Equipo de Orientación Específico. En sexto seguimos con el apoyo del Departamento de Orientación. En esto nos pusimos en contacto con una asociación de dislexia que nos asesoró y guió en el proceso de valoración, diagnóstico y solicitud de ayuda desde el colegio y el ámbito sanitario.
- ¿Cómo fue el cambio de primaria a secundaria?
Lo llevamos bien. A pesar de ciertas dificultades y con insistencia, el niño está recibiendo apoyo por parte de la maestra de Audición y Lenguaje, está exento de la segunda lengua extranjera y sabemos que hay profesores que toman medidas educativas ajustadas en sus clases.
Generalizando, ya no solo en secundaria sino también en primaria, tengo el sentimiento de que hay desconocimiento y no la suficiente valoración de las necesidades educativas. Una profesora llegó a decirme que el niño estaba “curado de la dislexia”. Considero la necesidad de que, cuando uno se encuentra con un alumno que tiene una forma diferente de aprender, debe informarse y preocuparse sobre qué es, qué conlleva y qué métodos hay para poder ayudarle.
- ¿Qué esperas del sistema educativo?
Espero que apoyen a mi hijo, que pongan de su parte para ayudar a todos los niños con necesidades y en concreto, profesionales preocupados y formados en la dislexia.
PARA SABER MÁS SOBRE LA DISLEXIA:
https://blog.changedyslexia.org
https://www.changedyslexia.org
Fuentes citadas en el post:
American Psychiatric Association (2014). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), 5ª Ed. Madrid: Editoral Médica Panamericana
*Noticia ABC: Entrevista con Luz Rello, investigadora y autora de «Superar la dislexia»
|Escrito por Érica Ordóñez|