La mesa de la paz tiene múltiples nombres, usos y formas en las aulas. Se puede usar desde la etapa de infantil y hasta el final de la secundaria, pero veamos en este post de dónde surge la idea, y de paso os cuento cómo la uso yo en mi aula de Pedagogía terapéutica para que todos y todas podáis coger vuestras propias ideas de cómo utilizarla.
Yo conocí este recurso cuando me formé en pedagogía Montessori. Por si no lo sabéis, ésta se basa en la Educación para la paz y de ahí surgió la necesidad de crear en los salones de clase (así se llamaban sus aulas) un rincón dedicado a la espiritualidad en el que se daba cabida a la resolución de conflictos, la vuelta a la calma tras un periodo de alteración del niño/a o simplemente un lugar donde acudir solos a pasar tiempo consigo mismos realizando alguna actividad placentera.
La mesa de la paz, el rincón de la calma, el rincón de la tranquilidad… en cualquiera de sus versiones encontramos unos denominadores comunes: una zona acotada para dos personas como máximo (a veces es una mesa pero podría ser el suelo con cojines, una colchoneta, etc.). También se encuentran elementos de la naturaleza (o debería) para propiciar ese contacto tan necesario que “calma el espíritu” y que parece estar olvidándose en los colegios. Otros elementos pueden ser: pompones suaves, mandalas para colorear, velas con olores relajantes, algún cuento corto sobre emociones, instrumentos musicales relajantes como el cuenco tibetano o un palo de lluvia, un reloj de arena que nos marque el tiempo que vamos a pasar allí, etc.
De todos los elementos posibles que podríamos incluir, a mi me gusta mucho la botella de la calma. Podéis encontrar numerosos tutoriales en internet para elaborar la que más os guste, y se acompaña de una dinámica preciosa que explica a los niños y niñas cómo dejar nuestra mente en calma (tarea nada fácil pero más necesaria de lo que pensamos).
Por supuesto, estas mesas o rincones deben cumplir una serie de normas (pocas y muy claras) para que no se les dé un uso incorrecto, que podría causar en el alumnado un efecto no deseado.
Yo la utilizo de dos formas: en primer lugar; para que un niño/a acuda solo/a (máximo 5 minutos) entre actividad y actividad (muy útil para alumnado con TDAH por ejemplo) y también para que se calmen si se encuentran tristes, nerviosos… por algún conflicto personal (por eso yo incluyo cuentos sobre emociones y objetos como un “slime”, trasvase de arena o pompones blandos, etc., que bajan la intensidad de la emoción antes de sentirse capaces de retomar el trabajo o hablar conmigo si lo necesitan.
Por otro lado, tiene un uso en pareja, para resolver un conflicto que se ha producido en el colegio. Se sientan frente a frente y se pasan por turnos un objeto que simboliza su turno para hablar (yo tengo un jarrón de flores secas). Cada uno expone cómo se siente; para lo que previamente habremos trabajado dinámicas de expresión de sentimientos (aquí saco yo la artillería de la Disciplina Positiva) y al final se escribe en una libreta de acuerdos a qué solución pacífica llegan. Para celebrarlo, hacemos sonar una campana, que resulta ser una mini-recompensa a una buena conducta social. Para complementar este uso, tenemos una rueda de soluciones (pues dialogamos sobre cuáles podrían ser convenientes), y a veces usamos fichas con pictogramas (para alumnado más pequeño o con problemas de comprensión) que les indican opciones a seguir para hallar la solución.
Lo que sí debemos tener claro es lo que NO es este recurso: no es una zona para aislar al que se porte mal, ni donde castigar porque está nervioso/a o molestando… La idea es que ellos mismos se dirijan al rincón para auto regularse, y si es el adulto quien le manda cuando hay una situación conflictiva, esto no se produce y puede verse ciertamente como un castigo.
Con estas pautas que os he dado, seguro que ya se os ocurre cómo usarla en vuestras aulas. Lo ideal es introducirla en infantil, guiándoles en su uso, y que se vayan habituando a su uso autónomo, de forma que en secundaria se podría mantener este recurso añadiendo dinámicas más profundas que incluyan la reflexión e invitándoles a ser ell@s mism@s los creadores de su mesa de la paz.
|Escrito por Paula Berciano|
Me parece genial. Mi hijo también estudió en una escuela Montessori y el resultado fue espectacular en todos los aspectos. Un saludo.
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Maravilloso muchas gracias por compartir
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